Comienzo de mi particular semana en las
comunidades. En este caso en el Venado (una de las comunidades
beneficiarias de nuestros proyectos). Allí, una pequeña familia me
esperaba con los brazos abiertos. Una vez más, en contacto con la
Honduras profunda donde la tranquilidad es la tónica dominante.
Resultaría redundante hablar a estas
alturas de la hospitalidad y disposición de toda esta gente pero
sigue siendo la única manera de hacer justicia a una situación
donde la vida nunca ha sido fácil.Veo belleza en su altruismo; un
ejercicio de nobleza y sencillez que no deja de sorprenderme.
Aunque el contacto con las comunidades
no es algo nuevo para mí (puesto que desde el principio he estado en
contacto con ellas a través de las diferentes actividades, talleres
y capacitaciones programadas en conjunto con Coddeffagolf) todo se
siente como una bienvenida indefinida que me resulta muy grata y
familiar.
Han sido unos días bajo la calma y la
inspiración del aire rural. Los pensamientos desde una hamaca y bajo
el olor de la lluvia calan mejor y más naturalmente.
Confieso que me sentía en mi habitat
natural. Simplemente fluír y dejarse llevar.
Naturaleza hiptónica a ritmo de la
sinfonía de pájaros y especies varias anunciando y despidiendo los
días, bichos desfilando por los interiores de la casa que sonsacan
sonrisas cómplices que denotan el propio bienestar interior, asalto
a mano armanda de mosquitos aumentando la coleccion de picaduras en
una tesitura dérmica de por sí alterada y vuelta a la artesanía de
las labores donde lo básico es un arte.
He podido presenciar momentos muy
interesantes personalmente como ha sido el caso de una reunión entre una asociación de
pescadores formada principalmente por mujeres de esa zona y la parte
administrativa de una de las empresas camaroneras para negociar el
tema de la organización de la pesca en una de sus piscinas durante
el mes de septiembre. Sólo diré que es una lección ver la
organización de toda esta gente como si de una forma de vida se
tratase. A esto también lo llamo educación y comunicación.
Me asombra su capacidad de exposición
y de cómo establecen los acuerdos basados en un criterio de justicia
bastante coherente y afín. Me parece admirable su voluntad y su
franqueza a la hora de exponer problemas sabiendo la vulnerabilidad
de sus circunstancias.. Entereza. Me quito el sombrero. Reflexiono
acerca de la importancia de poder presenciar cada taller, actividad
porque se convierte en una lección moral y una ruptura de esquemas
que se eleva a la categoría de necesario.
También he aprovechado para que la
madre de la familia de acogida (Doña Norma) me siguiese presentando
a más familias beneficiarias del proyecto Gallardo y seguir
observando los logros conseguidos así como las opiniones en primera
persona y de las mejoras en su calidad de vida.
Me emociona especialmente cuando dan a
entender que su comunidad nunca habia sido apoyada por ninguna
iniciativa y que gracias a estos proyectos sentían que se estaba
haciendo algo muy bueno. Poder percibir su agradecimiento y su orgullo
es otro de los privilegios made in PCR.
Además, he tendio la oportunidad de
escaparme unas horas para presenciar otro de los talleres de manejo
sostenible de sistemas silvopastoraes de ganado bovino.
Al mismo tiempo, una sucesión de gente
con historias seguían pasando por el espectro de experiencias que se
quedarían conmigo de por vida.
Con la intermitente sensacion de seguir
estando en una especie de película donde mi subconsiente asimila los
fotogramas como la más agradecidas de las retahilas existenciales
espero a que lo inesperado de las casualidades se
convierten en la causa per se.
Entonces, es cuando surgían las
conversaciones improvisadas, degustación del todo típico, chutes de
bachata y telenovelas rancias que hacían trabajar mi paciencia de
una manera deliberada, paseos salidos de la nada con vecinos cuán
comunas que terminan en exhibición de ukelele a ritmo de bamba,
caminatas que derivan en una clase con púbico improvisado de los
bailes propios de acá y otros etcéteras.
Finalmente, se produjo la despedida y,
como no, a ritmo de punta y sucedáneos del meneo intensivo.
Últimos abrazos, sonrisas y lágrimas
de despedida purificando la emoción de haber compartido lo mejor que
tienen: su humildad y su dignidad.
Y esto no significa más que un pequeño
conglomerado de momentos...
Aprendiendo a cocinar las omnipresentes
tortillas hondureñas.
Disfrutando de la comunidad y su gente
Mientras tanto, toca seguir
aprendiendo...
(Escrito por Yolanda, PCR de Agro)
5 comentarios:
que lindo lerte, Yolanda!
un auténtico placer diría...seguid disfrutándolo!!
Encantanme as tuas cronicas...
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