Pues estos han sido mis libros de aeropuertos, viajes y noches hondureñas! y me apetecía en mi recta final de mi estancia en el Golfo de Fonseca, compartir con ustedes algunos párrafos que han significado, si cabe, un poquito más.
En mi primer mes “acá”, el de
adaptación, me propuse leer el “La Doctrina del Shock” de Naomi Klein y me ha quedado grabada esta declaración que tuvo lugar en el Tribunal contra la Impunidad por un campesino argentino, Sergio Tomasella,
“Los monopolios extranjeros nos
imponen cosechas, nos imponen productos químicos que contaminan la
tierra, nos imponen su tecnología y su ideología. Todo eso a través
de la oligarquía que es dueña de la tierra y controla a los
políticos. Pero debemos recordar que esa oligarquía está también
controlada por esos mismos monopolios, por esos mismos Ford Motor,
Monsanto o Philip Morris. Es la estructura lo que debemos
cambiar. Eso es lo que he venido a denunciar. Eso es todo.
Creo que la verdad y la justicia triunfarán al final. Llevará generaciones. Si debo morir en esta lucha, que así sea. Pero un día triunfaremos. Mientras tanto, sé quién es el enemigo, y el enemigo también sabe quién soy yo"
Creo que la verdad y la justicia triunfarán al final. Llevará generaciones. Si debo morir en esta lucha, que así sea. Pero un día triunfaremos. Mientras tanto, sé quién es el enemigo, y el enemigo también sabe quién soy yo"
En este segundo mes y sobre todo
durante mi estancia en la Comunidad de Las Uvas, en casa de la
familia Ochoa Aguilar, tuve el place de leer “Prision Verde” de
un autor y luchador por los derechos de los “campeños” en Honduras, Ramón
Amaya Amador que entre muchos capítulos, frases o párrafos sin duda
uno de mis favoritos ha sido este:
“¿Tendremos que conformarnos con
esta ceguera ante los males y los errores?¿Por qué fatalismo
debemos ser nosotros, los que trabajamos, quienes tengamos que abonar
con sangre y pena esta tierra que ya no es sino de los amos
extranjeros?¿Para qué esta vida como perros hambrientos,
mordiéndonos, despedazándonos, asesinándonos?¿Es que nunca
llegaremos a hermanarnos, a juntar nuestros músculos y afanes para
una lucha por nuestra liberación?¿Seremos unos
idiotas los que creemos en un día de redención proletaria?¿Cuándo
haremos desaparecer el odio entre nosotros; los vicios y la
inconsciencia? Yo he soñado - ¡Cuántas veces!- en el día en que
seamos un solo hombre con una misma acción; yo he creído que, de
cada campeño, se hará un luchador consciente, un trabajador de
corazón e ideas firmes, un hombre que no permita más explotación
ni del amo extranjero ni del Judas criollo; yo he tenido fe en el
futuro, fe en el campeño. ¿Y todo esto no será más que un sueño,
ilusión nacida en el delirio de las fiebres que da la vida dentro de
estos bananales...?
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