“Yo
no me acostumbro ni me quiero acostumbrar!”, me decía Suyapa, una
trabajadora de una de las empacadoras de camarón de la zona del
Golfo de Fonseca.
“Yo
sólo quiero ahorrar un poquito para hacerme una casita”. Con estas
grandes aspiraciones, Suyapa tiene que levantarse todos los
días a las 4 de la mañana para hacer jornadas de 10 a 12 horas.
Ella se considera afortunada porque muchos de sus compañeros vienen
de zonas lejanas que les obligan a levantarse, como mínimo, a las
tres de la madrugada. “Y vienen viejitos viejitos a trabajar desde
allá, largo!”, me contaba sorprendida, “Yo creo que
algunos deben tener cerca de 70 años...!”. La empresa contrata un
bus para sus trabajadores que de vez en cuando retira y éstos tienen
que organizarse en grupos para ir caminando. Cualquiera se puede
imaginar que caminar de noche con los niveles de inseguridad que
sufre el país actualmente, no es lo más recomendable.
Los
contratos que firman estas personas consisten en comprometerse a
pelar (limpiar) una cantidad determinada de camarón por temporada.
Si no pelan, no cobran. Si pierden
el tiempo en ir al baño, comer o beber, no pelan, no cobran. Algunas
mujeres sufren problemas renales por aguantar las ganas de orinar,
otras se desmayan porque no comen para seguir pelando o porque no
tienen dinero para comprar comida.
En los últimos años, la sequía ha castigado especialmente el sur
de Honduras y, entre otras consecuencias, la producción de la
camaronicultura se ha visto reducida notablemente. Si no llega
camarón a la empacadora, no cobran. Si quieren ir a cobrar su
salario (lo de la tarjeta bancaria
no está al alcance de
todos), tienen que hacer cola en el banco
y puede que pierdan la jornada. Tampoco van a cobrar.
Los
del gorro café, los superiores, no ayudan a mejorar la
situación. “A ustedes les gusta que les griten!”, les dicen los
del gorro café a los peladores
mientras les deshacen su trabajo sin razón justificada. “Pero
yo no me callo! Yo les contesto!”, me decía Suyapa riéndose.
Suyapa
se fue a terminar su tarea. Ella, además, limpia y lava ropa en
varias casas para poder ganar suficiente dinero para poder mantener
su familia. Quiere que su hijo estudie.
A
su regreso, seguimos conversando. “Pero no hay alternativa de
trabajo que no sea en la empacadora?”, le pregunté. Suyapa,
resignada, me contesta: “No... Una pude limpiar y lavar en varias
casas (la lavadora es un artículo de lujo), pero con eso no ganas
más de 1000-1500 lempiras al mes por casa (40-60 €/mes). Y tienes
que trabajar todo el día y en algunos casos ni descansas los
domingos! En la empacadora puedes sacar de media 2500 lempiras cada
dos semanas (200 €/mes) y al menos descansas el domingo...”.
Mujeres
como Suyapa tienen, además del pluriempleo, que atender las labores
del hogar. Al llegar del trabajo les espera hacer la cena, lavar la
ropa, limpiar y al día siguiente madrugar para preparar el
desayuno para toda la familia. Aún así, me cuenta que está
preocupada porque le han cambiado de turno. Ella quiere trabajar en
el turno de noche porque pagan unas lempiras más. Echando cuentas, a
los peladores le pagan aproximadamente 1,36 €/kg. En el mercado
están vendiendo el pacotilla (camarón cocido con cal ) a 34
€/kg , 25 veces superior al precio pagado a los peladores y
peladoras.
Las
estrategias de la empresa para aumentar su beneficio parece no tener
límites. Los empleados tienen acceso a una tarjeta de
empresa (asociada a un banco) con la que pueden pagar en algunos
supermercados. Aunque no tengan dinero en cuenta pueden comprar igual
porque se lo descontarán de la próxima paga. Además, de su salario
les descontarán el consumo en la cafetería de la empacadora y en la enfermería (son previsibles las buenas ventas con jornadas laborales de 10-12 horas). De esta manera, muchas personas cuando van a
cobrar se encuentran con saldo negativo. Pero todavía hay más. La
empresa retiene del salario 250 lempiras mensuales
(aproximadamente 10€) en concepto de ahorro. Este ahorro les es
devuelto, teóricamente, al final del año (unas 6500 lempiras, que
representan más de 5 pagas, algo más de 2,5 meses de trabajo).
Suyapa me contaba que el año pasado no le devolvieron este dinero,
pero que sin embargo los llamaron a una reunión para felicitarlos
con medalla de oro por el buen trabajo realizado. “Ule! se creen
que somos tontos!”, aclamaba Suyapa.
“Pero
ustedes no protestan!?Le pregunté yo, cada vez más indignada.“La
gente no protesta, la gente tiene miedo de que los corran. Pero yo no
me callo! Porque yo no me acostumbro ni me quiero acostumbrar!”, me
decía entre carcajadas,“Y es que cuanto más fregado está uno,
más lo friegan!”
2 comentarios:
Fantástico almudena! Gracias por dar voz ao que non vemos. Co teu permiso, comparto a túa entrada! E sigue empapándote por alí, enchéndote de realidades e historias.
Que ben escrito, e que duro... graciñas, Almudena, por compartilo. Aproveitade os últimos ratos aí!
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