11 dic 2014

"YO NO ME ACOSTUMBRO NI ME QUIERO ACOSTUMBRAR"

“Yo no me acostumbro ni me quiero acostumbrar!”, me decía Suyapa, una trabajadora de una de las empacadoras de camarón de la zona del Golfo de Fonseca.
“Yo sólo quiero ahorrar un poquito para hacerme una casita”. Con estas grandes aspiraciones, Suyapa tiene que levantarse todos los días a las 4 de la mañana para hacer jornadas de 10 a 12 horas. Ella se considera afortunada porque muchos de sus compañeros vienen de zonas lejanas que les obligan a levantarse, como mínimo, a las tres de la madrugada. “Y vienen viejitos viejitos a trabajar desde allá, largo!”, me contaba sorprendida, “Yo creo que algunos deben tener cerca de 70 años...!”. La empresa contrata un bus para sus trabajadores que de vez en cuando retira y éstos tienen que organizarse en grupos para ir caminando. Cualquiera se puede imaginar que caminar de noche con los niveles de inseguridad que sufre el país actualmente, no es lo más recomendable.
Los contratos que firman estas personas consisten en comprometerse a pelar (limpiar) una cantidad determinada de camarón por temporada. Si no pelan, no cobran. Si pierden el tiempo en ir al baño, comer o beber, no pelan, no cobran. Algunas mujeres sufren problemas renales por aguantar las ganas de orinar, otras se desmayan porque no comen para seguir pelando o porque no tienen dinero para comprar comida. En los últimos años, la sequía ha castigado especialmente el sur de Honduras y, entre otras consecuencias, la producción de la camaronicultura se ha visto reducida notablemente. Si no llega camarón a la empacadora, no cobran. Si quieren ir a cobrar su salario (lo de la tarjeta bancaria no está al alcance de todos), tienen que hacer cola en el banco y puede que pierdan la jornada. Tampoco van a cobrar.
Los del gorro café, los superiores, no ayudan a mejorar la situación. “A ustedes les gusta que les griten!”, les dicen los del gorro café a los peladores mientras les deshacen su trabajo sin razón justificada. “Pero yo no me callo! Yo les contesto!”, me decía Suyapa riéndose.
Suyapa se fue a terminar su tarea. Ella, además, limpia y lava ropa en varias casas para poder ganar suficiente dinero para poder mantener su familia. Quiere que su hijo estudie.
A su regreso, seguimos conversando. “Pero no hay alternativa de trabajo que no sea en la empacadora?”, le pregunté. Suyapa, resignada, me contesta: “No... Una pude limpiar y lavar en varias casas (la lavadora es un artículo de lujo), pero con eso no ganas más de 1000-1500 lempiras al mes por casa (40-60 €/mes). Y tienes que trabajar todo el día y en algunos casos ni descansas los domingos! En la empacadora puedes sacar de media 2500 lempiras cada dos semanas (200 €/mes) y al menos descansas el domingo...”.
Mujeres como Suyapa tienen, además del pluriempleo, que atender las labores del hogar. Al llegar del trabajo les espera hacer la cena, lavar la ropa, limpiar y al día siguiente madrugar para preparar el desayuno para toda la familia. Aún así, me cuenta que está preocupada porque le han cambiado de turno. Ella quiere trabajar en el turno de noche porque pagan unas lempiras más. Echando cuentas, a los peladores le pagan aproximadamente 1,36 €/kg. En el mercado están vendiendo el pacotilla (camarón cocido con cal ) a 34 €/kg , 25 veces superior al precio pagado a los peladores y peladoras.
Las estrategias de la empresa para aumentar su beneficio parece no tener límites. Los empleados tienen acceso a una tarjeta de empresa (asociada a un banco) con la que pueden pagar en algunos supermercados. Aunque no tengan dinero en cuenta pueden comprar igual porque se lo descontarán de la próxima paga. Además, de su salario les descontarán el consumo en la cafetería de la empacadora y en la enfermería (son previsibles las buenas ventas con jornadas laborales de 10-12 horas). De esta manera, muchas personas cuando van a cobrar se encuentran con saldo negativo. Pero todavía hay más. La empresa retiene del salario 250 lempiras mensuales (aproximadamente 10€) en concepto de ahorro. Este ahorro les es devuelto, teóricamente, al final del año (unas 6500 lempiras, que representan más de 5 pagas, algo más de 2,5 meses de trabajo). Suyapa me contaba que el año pasado no le devolvieron este dinero, pero que sin embargo los llamaron a una reunión para felicitarlos con medalla de oro por el buen trabajo realizado. “Ule! se creen que somos tontos!”, aclamaba Suyapa.

“Pero ustedes no protestan!?Le pregunté yo, cada vez más indignada.“La gente no protesta, la gente tiene miedo de que los corran. Pero yo no me callo! Porque yo no me acostumbro ni me quiero acostumbrar!”, me decía entre carcajadas,“Y es que cuanto más fregado está uno, más lo friegan!”

2 comentarios:

María dijo...

Fantástico almudena! Gracias por dar voz ao que non vemos. Co teu permiso, comparto a túa entrada! E sigue empapándote por alí, enchéndote de realidades e historias.

ine dijo...

Que ben escrito, e que duro... graciñas, Almudena, por compartilo. Aproveitade os últimos ratos aí!